La tenue luz de luna iluminaba la cala en la que se encontraban, las nubes permitían pasar luz suficiente para adivinar la negra arena cuyo relucir se antojaba plateado en esos momentos debajo de montones de basuras acumulados aquí y allá.
Conforme avanzaba la noche, el lugar iba siendo cubierto por un manto de silencio que solo rompía el mar. En la oscuridad, al ritmo de un cuentagotas, iban desapareciendo las parejas, las horas se sucedían las unas a las otras lenta y cansadamente.
La mirada, ciega, fija en la inmensidad. Era difícil ponerse en la situación de otra persona, la noche había dejado a las claras que lo que para alguno era atrocidad para otro era un hecho sin importancia al que podía mirar con indiferencia. Las necesidades… ¿Realmente necesitaba la gente que desaparecía en la oscuridad a su alrededor aquello que buscaban? ¿Sabían lo que estaban haciendo? Quice años atrás ninguno habría precisado aquello a lo que se aferraba ahora, de niños muchas preocupaciones actuales no eran ni tan siquiera concebibles, por toda compañía servía un juguete y las ataduras eran de otra clase.
Un juego iniciado a kilómetros de allí estaba alterando seriamente una pequeña parte de la playa, que no pudo más que cortar la necesidad. Horas después amanecería y el tiempo para vagar por la mente había empezado.
Correr hasta quedar sin aliento llega a ser una sensación realmente gratificante, te hace sentir vivo
jueves, 12 de agosto de 2010
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