No había nada en aquel despejado amanecer que hiciera sospechar a los habitantes del pequeño Trudín los acontecimientos extraños y misteriosos que estaban a punto de suceder.
Los lugareños recordarían esa mañana como particularmente luminosa y quieta. Pocos fueron luego capaces de recordar el pequeño bote plateado que arribaría dicha mañana en el puerto y ninguno fue capaz de recordar que fue de él, ni de la silenciosa figura encapuchada de túnica blanca que abandonó la pequeña embarcación y desapareció dentro de la carnicería local antes de que esta abriera sus puertas.
Gardil se encontraba rezongando en la trastienda cuando oyó a alguien entrar, tras esto solo recordaba haberse caído y levantarse estando el sol ya alto.
—Estoy echando aquí la siesta como un zángano, maldita sea, ¿Dónde esta Load? — masculló para sus adentros — Este chico nunca esta donde tiene que estar, contratarlo fue una estupidez, si ya lo sabía yo… Se va a enterar cuando llegue.
Pero Load nunca apareció y nadie llegó a echarlo en falta realmente, no tenía familia ni nadie que se preocupara por él, además Gardil, seguro de que se había ido a ganarse la vida a los caminos, se procuró pronto otro ayudante.
Y así, la extraña figura encapuchada que había llegado con los primeros rayos del sol, dejó la ciudad antes de que despuntara el alba sin que nadie hubiese reparado en su paso por el lugar.
martes, 28 de junio de 2011
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