—Coge ese plato.
—Esta.
—Bien, ahora tíralo al suelo, ¿esta?
—Sí.
—¿Se rompió?
—Sí.
—Ahora pídele perdón, ¿ya?
—Sí.
—¿Se arregló?
—No.
—¿Entiendes?
Íbamos a demostrarle
al mundo que se equivocaba, que éramos diferentes al resto. Pero no supimos
hacerlo, al final, los vaivenes del destino fueron los que nos demostraron que
no éramos diferentes al resto y así terminamos convirtiéndonos en el tópico de los
tópicos.