Sólo sus besos supieron borrar,
lo que otros tanto tardaron en enamorar.
No fueron las cerúleas aguas de la charca, tampoco los
flamígeros torrentes de tinta o su impertinente indiferencia. No hicieron falta
más casas metafóricas que, derruidas por inocentes manos, salvaguardasen las
cenizas que nos quedasen. Lejos nos quedaron ya los espadachines y su errática
mecánica, oxidados por el paso del tiempo nuestros paseos, nuestras no verdades
y sus coléricos embates.
Al final fueron la arena, la butaca equivocada, la taza de
té y el cómodo sofá desvencijado.
Se cierra el telón.