lunes, 12 de septiembre de 2011

And... What if everything in your whole life was just a lie?

Y estamos aquí, en este lugar verde y apartado, sin conseguir recordar cuándo ni cómo fue la última tormenta. Estamos esperando los suministros verdad, ¿Karl? Karl no me contesta, hace días que no lo hace y permanece en esa ridícula postura, tener compañeros para esto…
Salí de nuestra modesta vivienda, tropezando con aquellos palitos blancos que no servían ya ni para quemar. Fuera oteo el horizonte, allá abajo continúan pidiendo el tributo, parece una sociedad que evoluciona adecuadamente, me siento orgulloso. Al principio no habían congeniado con los vecinos, pero recientemente habían zanjado sus diferencias y ahora compartían hasta las cosas más íntimas.
A veces creo que alguna de las nuevas inquilinas me sonríe, pero no podría asegurarlo, el rojo de sus labios se confunde con sus dientes. Algún día bajaré a saludar. Ahora no puedo porque estoy cuidando de Karl.
Alguien sube por la colina, la luz me impide distinguir algo más allá de un borrón oscuro con algo blanco. Ya llega. Ya esta aquí. Parece tener prisa, pobre gran señor, no parece haber reparado en mi sonrisa. Lo entiendo a decir verdad, mis dientes ya no son lo que eran. Naturalmente le permito pasar, así podrá descansar. Pero tiene poco tiempo, esta de mal humor ¡Pobre desdichado! Creo que quiere llevarse a Karl, para ayudarlo, claro. Le doy unas palabras de ánimo, van a sanarlo. Veo alejarse a mi vecino con Karl en el hombro, pobrecillo, como duerme…
Mientras, me pregunto si me traerán más gente de la que cuidar pronto, le había cogido cariño al último.
Me asomó por la ventana, la piel oscura de mi vecino refulge con los últimos rayos de sol.
Anochece y abajo ya están encendiendo las luces, el humo volvía el valle más confuso, pronto empezaron los cantos, me pregunté si Karl se despertaría para unirse a la fiesta, mientras espero oigo las voces de más gente que grita, alegremente, con mis vecinos. En parte echo de menos a aquellos tipos, pero me alegro de que puedan formar parte de la cena de mis vecinos.
Ya empiezan los gritos.


Y comprobamos que todo era mentira mientras los músicos afinaban los violines.

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