Todo el país centrará su atención en un acontecimiento para nada único y con precedentes. Durante unas horas los cerebros dejarán de funcionar y de preocuparse por nada ajeno dicho evento. La realidad quedará al margen de las mentes difuminada en la periferia de la esfera, demasiado poco nítida como para entenderla. Algunos incluso volverán a los primeros pasos del hombre, retornarán a las formas de imponerse más primitivas solo por los fallos o aciertos de una gente que ni saben quiénes son ni tendrán el más mínimo interés en saberlo. Y mientras que los unos idolatran a los otros, a los idolatrados no les importará si los primeros pueden si quiera alimentarse, ellos tienen sus millones, sus casas, sus coches, sus fiestas, su ignorancia… Y el resto, el resto tiene hipotecas, horas de trabajo y paro.
Disfruta, pueblo, de tu opio, pero no te manifiestes en contra o te lamentes luego de la desigualdad del mundo, porque es algo de lo que solo tú serás culpable.
Una vez me dijeron que mi vida era triste por pensar así y que ojalá viviera debajo de un puente, pero lo siento, estoy orgulloso de pensar así.
Si al descubrir la cura contra el cáncer el grito de alegría fuera comparable al que se produce cuando se mete un gol, la humanidad tendría salvación. Pero no. El partido de hoy genera mucha más expectación y emoción contenida en la población de lo que hará nunca salvar vidas. Y esta, esta es la sociedad del bienestar en la que vivimos.
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