Lluvia. Sonido de lluvia golpeando sin descanso el techo de
metacrilato y las desnudas paredes. La oscuridad era insondable, faltaban aún
algunas horas para que amaneciese como indicaba el reloj de su pared. Las 5:55.
No necesitaba ninguna luz para conocer la posición de las agujas del artefacto
que, durante los últimos meses, había decorado la cabecera de su cama.
Se volteó sobre sí mismo y adquirió una posición fetal.
Hacía frío.
Con un suave ronroneo las turbinas que generaban
electricidad para el pueblo empezaron a girar. Respiró tranquilo, ese sonido llevaba despertándole desde que tenía memoria...
¿Recuerdas el día que te olvidé?
Bueno, yo tampoco.
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