Y aquí estamos, en el colmo de las complacencias haciendo
que las cosas ocurran deprisa, más de lo que deberían. Cualquier tiempo pasado parece
mejor frente a un efímero presente de mera concupiscencia. Quizás me haga la
pregunta de hacia dónde va esto, por qué nada parece saciar este voraz apetito
de cambio y quietud, qué impulsa al deseo de esta dicotomía y qué impide
satisfacerlo. Sigo viendo esa imagen nuestra, ahora a la deriva, cada vez más
borrosa. Aunque no parece que el viento vaya a arriar las velas a nuestro
favor, la idea de seguir luchando contra el mundo suena aún demasiado
seductora.
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